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Hábitos Atómicos (Parte 3)

 


Dyrsmid empezaba cada mañana con dos tazas colocadas sobre su escritorio. Una estaba llena con 120 clips. La otra estaba vacía. Tan pronto como llegaba a su lugar, hacía una llamada de ventas. Inmediatamente después, pasaba un clip de la taza llena a la taza vacía y el proceso comenzaba de nuevo.

Progresar es satisfactorio y las medidas visuales —como mover clips, pasadores o canicas— proveen clara evidencia del progreso realizado. Como resultado, refuerzan tu conducta y añaden un poco de satisfacción inmediata a cualquier actividad. Las medidas visuales vienen en formas muy distintas: diarios de alimentación, diarios de entrenamiento físico, tarjetas de lealtad, la barra de progreso en un software bajado de internet, incluso los números de página cuando estás leyendo un libro. Pero quizá la mejor manera de medir tu progreso es con un historial de hábitos.

Según se cuenta, Jerry Seinfeld usa un historial de hábitos para mantener su racha de invención de chistes. En el documental Comedian [Comediante], explica que su meta es sencillamente «nunca romper la cadena» de inventar chistes todos los días. En otras palabras, no se concentra en cuán bueno o malo sea un chiste en particular o en si se siente inspirado o no. Él simplemente se enfoca en ponerse a trabajar todos los días y añadir algo a su cadena de chistes. «Nunca romper la cadena» es un mantra muy poderoso.

Uno de los sentimientos más satisfactorios es el sentimiento de estar progresando.

Un historial o registro de hábitos es una manera simple de medir si realizaste o no un hábito —como marcar con una equis un espacio en un calendario.

A largo plazo, probablemente sea más efectivo trabajar entre 80% y 90% del tiempo en la estrategia que parece producir los mejores resultados, y seguir explorando durante el 10% o 20% del tiempo restante. El caso más famoso es el de Google, que pide a sus empleados que dediquen 80% de su semana laboral a realizar su trabajo oficial y 20% a proyectos de su propia elección, lo cual ha conducido a la creación de productos exitosos como AdWords y Gmail.

Cuando no puedas ganar por ser mejor, puedes ganar por ser diferente. Al combinar tus habilidades, reduces la cantidad de competencia, lo cual hace que sea más fácil destacar. Cuando carezcas de una ventaja genética o de años para poder practicar, puedes tomar un atajo reescribiendo las reglas para ti mismo. Un buen jugador trabaja duro para ganar el juego que todos los demás están jugando. Un jugador extraordinario crea un nuevo juego que favorece sus fortalezas y evita sus debilidades.

En resumen, una de las mejores maneras de asegurar que tus hábitos te sigan satisfaciendo a largo plazo, consiste en elegir conductas que son compatibles con tu personalidad y tus habilidades. Trabaja duro en las cosas que te son sencillas.

Los genes no eliminan la necesidad de trabajar duro. Determinan y muestran lo que hay que hacer. Nos dicen en qué debemos trabajar duro.

La Regla de Ricitos de Oro establece que los humanos experimentamos los niveles más altos de motivación cuando al trabajar en alguna tarea, esa tarea está en el límite de nuestras habilidades actuales. No demasiado difícil. No demasiado sencilla. Solo lo justo.

La mejoría requiere un delicado balance. Necesitas buscar regularmente desafíos que te impulsen a tu límite mientras continúas haciendo suficiente progreso para estar motivado. Las conductas deben permanecer novedosas para que sigan siendo atractivas y satisfactorias. Sin variedad, nos aburrimos. Y el aburrimiento es tal vez el peor villano en la búsqueda del desarrollo personal.

La mayor amenaza al éxito no es el fracaso sino el aburrimiento. Nos aburrimos de nuestros hábitos porque dejan de fascinarnos. El resultado se vuelve previsto. Y conforme nuestros hábitos se vuelven ordinarios, empezamos a desviarnos de nuestro progreso para buscar novedad. Quizá este es el motivo por el cual acabamos atrapados en un ciclo interminable, saltando de un entrenamiento a otro, de una dieta a otra, de una idea de negocios a otra. Tan pronto como experimentamos el más ligero baño de motivación, empezamos a buscar una nueva estrategia — incluso si la anterior sigue funcionando—. Como notó Maquiavelo: «Los hombres desean novedad a tal grado que aquellos a quienes les va bien, desean un cambio tanto como aquellos a los que les está yendo mal.6

Ya sea que haya recompensas variables o no, ningún hábito es interesante por siempre. En algún momento, todos experimentamos el mismo reto en el camino de la mejora personal: te tienes que enamorar del aburrimiento y seguir con tu hábito.

Todos tenemos metas que nos gustaría lograr y sueños que queremos cumplir, pero sin importar en qué estás tratando de ser mejor, si solo te esfuerzas y haces el trabajo cuando te resulta conveniente y emocionante, entonces nunca serás lo suficientemente consistente como para alcanzar resultados destacados

La única manera de volverse excelente es mantenerse perpetuamente fascinado con repetir la misma acción una y otra vez. Te tienes que enamorar del aburrimiento.

La más grande amenaza al éxito no es el fracaso, es el aburrimiento.

Conforme los hábitos se convierten en rutina, se vuelven menos interesantes y menos satisfactorios. Nos aburren.

Los profesionales mantienen un horario, los aficionados dejan que la vida se entrometa en el camino.

Para alcanzar la grandeza, ciertas habilidades sí deben volverse automáticas. Los jugadores de basquetbol deben ser capaces de controlar el balón sin pensar, antes de adquirir la maestría que se requiere para hacer tiros de gancho con la mano no dominante. Los cirujanos necesitan repetir la incisión inicial hasta el punto en que pueden hacerla casi con los ojos cerrados, esto les permite concentrarse en los cientos de variables que pueden surgir durante una operación. Pero una vez que un hábito se domina, es necesario volver a la parte esforzada del trabajo y empezar a construir el siguiente hábito.

La maestría es el proceso de estrechar tu concentración y dirigirla hacia un pequeño elemento necesario para el éxito. Y en repetir esa acción hasta que hayas internalizado esa habilidad, para luego usar ese nuevo hábito como fundamento para avanzar hacia la siguiente frontera de tu desarrollo personal. Las tareas viejas se vuelven más sencillas la segunda vez que las realizas, pero en general, el proceso no se simplifica porque siempre estás usando tu energía para enfrentar el siguiente reto. Cada hábito deja al descubierto el siguiente nivel de desempeño. Es un ciclo interminable.

Los ejecutantes destacados en todos los campos se comprometen con diferentes tipos de reflexión y revisión. Este proceso no tiene que ser complicado. El corredor keniano Eliud Kipchoge es uno de los más grandes maratonistas de todos los tiempos y medallista olímpico. Hasta la fecha él todavía toma notas después de cada entrenamiento para llevar un registro que le permita revisar sus resultados diarios y buscar áreas en las que puede realizar mejoras. De manera similar la medallista olímpica Katie Ledecky registra su bienestar con una escala de 0 a 10 e incluye notas sobre su nutrición y qué tan bien durmió. Ella también registra los tiempos que publican otros nadadores. Al final de cada semana, su entrenador revisa sus notas y añade sus ideas.

La reflexión también puede proporcionar un sentido de perspectiva. Los hábitos diarios son poderosos por la manera en que están compuestos, pero preocuparse demasiado por las elecciones que hacemos en el día a día es como mirarte en el espejo a una distancia de una pulgada. Podrás ver cada imperfección, pero perderás de vista la imagen completa. Habrá demasiada retroalimentación. Y al contrario, si nunca revisas tus hábitos, es como si nunca te vieras al espejo. No te darás cuenta de algunos defectos fáciles de componer —una mancha en tu camisa, un trocito de comida en los dientes—. Estarás recibiendo muy poca retroalimentación. La reflexión periódica es como verte en el espejo a una distancia media, como si estuvieras conversando con alguien frente a ti. Puedes ver los cambios importantes que debes hacer sin perder de vista la imagen completa. Todos queremos ver toda la cadena montañosa sin obsesionarnos con cada cima y cada valle. Finalmente, la reflexión y la revisión ofrecen un tiempo ideal para revisitar uno de los más importantes aspectos del cambio de conducta: la identidad.

El secreto para obtener resultados que duren consiste en nunca dejar de hacer mejoras. Es notable lo que puedes construir si no te detienes. Es notable el negocio que puedes construir si no dejas de trabajar. Es notable el cuerpo que puedes llegar a tener si no dejas de entrenar.





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